EL DICTAMEN – PUBLICAR DOMINGO 18 / 05 / 08
EL FLUIR DE LA VIDA
A mis cuarenta y un años de edad, el mundo empezó a desmoronarse a mi alrededor. Cuando entraba en mi estudio, irrumpió Fran y me dijo:
– Siéntate, tengo algo muy importante que decirte.
Me senté y ella me dijo:
– Joseph, quiero el divorcio. Estoy enamorada de otro.
Aquello me tomó absolutamente por sorpresa. Fran había estado acudiendo a clase en la Universidad de Houston, donde había conocido a alguien y con quien había estado viéndose.
Al acabar la conversación añadió:
– Quiero que te vayas de casa esta misma noche.
No recuerdo gran cosa de aquella conversación, porque creo que estaba totalmente conmocionado, pero en medio de mi estupor sentía una mezcla de ira, confusión, traición y miedo. Estas sensaciones llegaban a mí en grandes oleadas, predominando la incredulidad y desesperación. Mi matrimonio se había acabado después de veinte años: ya, punto y aparte.
Hice las maletas y me dirigí a un motel. Me sentía humillado y no quería que nadie me viera. Me sentía totalmente solo y devastado. No sólo estaba perdiendo a mi esposa y a mi hijo, sino que todo mi plan de existencia estaba hecho añicos. Era como si alguien lo hubiera aplastado de un martillazo, destruyéndolo en un instante.
En los días siguientes, a primera hora de la mañana y por la noche, prefería estar solo, mirándome a mí mismo y, en muchos sentidos no me gustaba lo que veía. A medida que contactaba conmigo mismo y mis sentimientos, el dolor de la pérdida y la confusión se acumulaban en mí y acababan expresándose. Seguía tocando fondo una y otra vez y las emociones fluían hacia la superficie.
Este es el dramático relato de Joseph Jaworski, de profesión abogado, posteriormente dedicado a formar líderes, quién sabe si impulsado por la experiencia de tener que liderar la propia vida, cuando el rumbo pareció torcerse de manera imprevista y sin más posibilidades que aceptar los mandatos del destino, el que un Otro, su esposa en ese momento, acababa de dibujar para él, sin tiempo de reaccionar frente a lo ya consumado.
La historia por cierto sigue, como todas las historias de vida que se van tejiendo con algunos nudos y no pocos agujeros, y que vistas en su totalidad al cabo de un tiempo, dan testimonio de que el aprendizaje tiene más que ver con los obstáculos a ser superados, que con experiencias felices que pudimos haber tenido. Por lo menos, esa era la convicción de Jean Piaget, el famoso investigador que dedicó buena parte de su vida a estudiar la conducta de los niños, tratando de encontrar las reglas del desarrollo intelectual humano, plasmada en su conocida frase:”no hay crecimiento sin lágrimas”.
Por cierto, llorar no es malo cuando el cielo parece cerrarse sobre nuestras cabezas, ya que suele funcionar como liberador de tensiones. El tema es no quedarse entrampado en el llanto y en la conmiseración ante nuestra propia desgracia y encontrar canales de expresión para esa emoción que nos invade, muchas veces vinculada con el miedo a lo desconocido por venir, y al enojo por lo que no supimos anticipar, ignorantes de las señales que todo cambio inminente suele traer aparejadas.Y así lo testimonia Jaworski que, en un acto espontáneo de auto salvataje, decidió escribir un diario para poner en orden sus ideas y sobretodo, entenderse a sí mismo: “a medida que mis pensamientos se fueron aclarando, pude expresar espontáneamente el dolor a través de un llanto que me salía de las entrañas. Quizás lloraba por la pérdida de mi familia, pero también por el tipo de vida irreflexiva que había llevado hasta entonces”…”los diálogos conmigo mismo llegaron a ser preciosos para mí. Los ratos de soledad eran una purificación necesaria en medio de la crisis. Cuando miro atrás, me doy cuenta de que en esos momentos de diálogo silencioso obtuve importantes comprensiones que guiaron las elecciones que fui haciendo en mi vida”.
Una observación interesante, que da testimonio de que, tal como proponemos desde este rincón del coaching, el sufrimiento vive en nuestro lenguaje, porque no tiene que ver con los hechos que nos trastocan, sino con las interpretaciones que de ellos hacemos, que son las que luego disparan nuestras emociones y condicionan nuestras acciones futuras. Y que
evidencia la posibilidad que se abre ante nuestros ojos cuando, en un esfuerzo de reinterpretación, descubrimos nuevos paisajes más allá de nuestro limitado horizonte, al movernos en nuevas direcciones. En efecto, dice Jaworski: “aquellos momentos de apertura me llevaron a tomar una senda totalmente distinta a la anterior, una nueva manera de ser. Los elementos esenciales de mi vida cambiaron completamente. En lugar de controlar mi vida, acabé aprendiendo lo que significa dejar que la vida fluya a través de mí”.
Clara Braghiroli
Coach Profesional
BUENOS AIRES – Argentina