EL DICTAMEN – PUBLICAR DOMINGO 3 / 06 / 07

ESCUCHA ACTIVA

 “En el silencio esperan todas las melodías imaginables”
 Beethoven

      Cualquier ser humano que nace dotado de un sistema nervioso funcional es capaz de oír y, a partir de esa facultad, desarrollar su comprensión del mundo integrando la componente sonora. Y tan importante es esta facultad para la interacción humana y la misma supervivencia, que la medicina ha hecho grandes avances orientados a superar las limitaciones que provocan las carencias auditivas. Sin embargo, no es la facultad de la audición la que define el alcance de nuestra interacción con el mundo, sino nuestra capacidad de escucha, ya que en el acto de decodificar sonidos a fin de atribuirles un significado, es nuestra experiencia acumulada (nuestros modelos mentales) la que nos permitirá interpretarlos. Por eso decimos que “escuchar es oír más interpretar”, y a la hora de hacerlo, cada uno escucha lo que escucha, aunque todos hayan oído lo mismo. Será por eso que mucho antes de que hiciéramos la distinción entre ambos aspectos del fenómeno auditivo, que es fundamental dentro de la disciplina del coaching (lo importante no es lo que se habla sino lo que se escucha), ya Lao Tse decía que “el silencio es el sonido más fuerte que existe”, porque en ese silencio provocado por la ausencia de sonidos externos, todavía quedan todos los sonidos de nuestras experiencias internas. Sonidos que pueden llegar a ser tan fuertes, que muchas veces el hombre, según palabras de R. Tagore, el conocido poeta hindú, “busca la multitud para ahogar el clamor del propio silencio”.
Escuchar es una facultad del intelecto, que puede orientarse tanto hacia el mundo externo como al interno y que, a diferencia de lo que comúnmente creemos, porque lo realizamos en automático, ejercemos en menor medida que el hablar, con imperceptibles pero graves consecuencias: el aislamiento. Y así andamos por la vida, hasta que un día nos damos cuenta, como le ocurrió a  “El caballero de la armadura oxidada” (exitoso libro escrito por Robert Fischer), cuando “se sentó en el suelo y continuó pensando. Al poco rato, le vino el pensamiento de que toda su vida había perdido el tiempo hablando de lo que había hecho y de lo que iba a hacer…Se dio cuenta que durante la mayor parte de su vida no había escuchado realmente a nadie ni a nada”.
Y si duda que lo importante es lo que se escucha, más allá de o que se habla, vea lo que le pasó a un joven aprendiz dispuesto a trabajar duro a cambio de un poco de dinero. Cuentan que “el herrero de un pueblo contrató a un muchacho joven, alto y fuerte, aunque un poco despistado. Era obediente y hacia las tareas que le encomendaban, pero se equivocaba a menudo y tenía que repetirlas porque prestaba muy poca atención a las instrucciones que el herrero le daba.
Al herrero eso le molestaba un poco, pero pensaba: “lo que yo quiero es que acabe haciendo el trabajo y me cueste muy poco dinero”.
Un día el herrero le dijo al muchacho: “cuando yo saque la pieza del fuego, la pondré sobre el yunque, y cando te haga una señal con la cabeza, golpéala con el martillo, con todas tus fuerzas”.
El muchacho se limitó a hacer exactamente lo que había entendido, lo que creía que el herrero le había dicho. Y ese día el pueblo se quedó sin herrero, muerto por accidente a causa de un espectacular martillazo en la cabeza”.
Por cierto este es un cuento sufí, pero  … ¿cuántas veces hemos “matado al herrero”, a causa de nuestra escucha? ¿Cuántas veces hemos arruinado una relación por haber escuchado lo que hemos podido, sin ser conscientes de que sólo estamos interpretando desde el particular ángulo de nuestra experiencia? ¿Cuántas oportunidades perdidas por no haber tenido la suficiente apertura para considerar otras interpretaciones posibles? ¿Por no darnos cuenta que las palabras cobran sentido no en la boca de quién las pronuncia sino en la mente de quién las recibe?
Escuchar es un arte y como todo arte posee un oficio que le permite expresarse. Difícil sería detallar este oficio en pocas líneas, pero en apretada síntesis, podríamos decir que la escucha activa, por lo tanto efectiva, se da cuando ocurre…
Un encuentro de dos: ojo a ojo, cara a cara.
Y cuando estés cerca, tomaré tus ojos
Y los pondré en lugar de los míos,
y tú tomarás mis ojos,
y los pondrás en lugar de los tuyos.
Y luego te miraré con tus ojos,
Y tú me mirarás con los míos.

Jacobo L. Moreno

Lic. Clara Braghiroli
Coach Profesional