EL DICTAMEN – PUBLICAR DOMINGO 20 / 05 / 07

ESTADO DE FLUJO

 

«El mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar sus vidas alterando sus actitudes.»
William James

 

      Estado de flujo (flow, en inglés) …¿había Usted escuchado antes este término? Yo sí, porque con frecuencia las disciplinas más nuevas, entre ellas las que tratan de aprehender la esencia del comportamiento humano, a falta de un vocabulario propio para referirse a fenómenos que les incumben, toman prestados vocablos de ciencias anteriormente constituidas, en particular de la física, puesto que esta ciencia, a pesar de ocuparse de ciertos fenómenos del universo que excluyen la vida, nos brinda modelos muy interesantes para por lo menos pensar en ella desde alguna perspectiva. Conocidos son los intentos actuales de utilizar el modelo cuántico para dar cuenta de fenómenos humanos que hasta hace poco pertenecían a la esfera de lo paranormal.
Desde el punto de vista de la física,  se habla de fluencia de un material, cuando sometido a una carga (o solicitación) constante, no sólo se deforma al comienzo, en forma proporcional a la carga, sino que sigue deformándose aunque la carga no varíe, si se la deje actuando a lo largo del tiempo. Y si no lo cree, tome una tanza (ese hilo transparente que se usa para pescar) átele un ladrillo en una punta, suspenda la otra punta del techo y simplemente déjelo colgando. Verá que día a día, sin tocar nada, el hilo crece en longitud, más allá del estirón inicial producido por la carga aplicada. Un fenómeno interesante a la hora de construir puentes y viviendas, porque el hormigón es uno de esos materiales que a pesar de parecer rígido, fluye.

      ¿Y qué tendrá que ver el hormigón con el comportamiento humano, que es el tema que nos ocupa aquí? No se cuánto, porque el paralelo se me ocurrió hace apenas un momento, al leer que según un investigador de nombre impronunciable, Mihaly Csikszentmihalyi (que se lee, según su propia receta, como “Chicks send me high”), el estado de flujo, mejor dicho de “fluencia” sería aquel estado en que uno llega a “sentirse completamente envuelto en una actividad por sí mismo. El yo desaparece. El tiempo vuela. Cada acción, movimiento y pensamiento sigue inevitablemente a su predecesor, como tocar jazz. Nuestro completo ser está envuelto y estamos empleando nuestras habilidades en todo su potencial”. En ese estado la vida parece deslizarse, fluyendo,como ese hilo de nylon que mencionaba, sin que medien sobrecargas externas, con naturalidad y sin esfuerzo aparente, impulsada sólo por la motivación intrínseca de cada uno.

      Inscripto en la corriente de la psicología positiva, este psicólogo transilvano, director del Quality of Life Research Center de la Escuela Drucker, conocido por sus trabajos de investigación acerca de la felicidad, creatividad y bienestar subjetivo y por su obra “Flujo: la psicología de la experiencia óptima”, el estado de flujo implicaría cierto tipo de “atención enfocada” en la que “la atención, la motivación y la situación convergen, dando lugar a una armonía productiva” que se retroalimenta a sí misma. Y tendría que ver con la “capacidad de concentrar la energía psíquica y la atención en planes y objetivos de propia elección, que uno siente que vale la pena realizar porque ha decidido este tipo de vida, y se disfruta a cada momento de lo que se hace”. Tan especial es este estado, que la persona se siente enteramente inmersa en lo que está haciendo,  experimentando una sensación de gran libertad, disfrute, plenitud y aptitud, mientras el ego desaparece y se desvanece la sensación de tiempo y espacio, dando lugar a lo que podría llamarse un estado de éxtasis. Y tan extraño es este estado que el  propio yo parece estar en el centro de todo y ocupando todo el espacio, por expresar de alguna manera una experiencia intransferible, que es mucho más que la sensación de felicidad resultante de un logro, porque no proviene de estímulos externos, aunque se da mayormente en situaciones de trabajo activo, sino que emerge de la propia interioridad cuando logramos expresar mediante el hacer,  nuestro personal modo de pensar y sentir. Un estado que en la disciplina del coaching se denomina “coherencia del ser humano” y que permitiría, como dice Csikszentmihalyi, “vivir la vida como una obra de arte en vez de una caótica respuesta a eventos externos”, ya que “las personas que aprenden a controlar sus experiencias interiores, serán capaces de determinar la calidad de sus vidas, lo cual es lo más cercano a ser felices”.
¿Alguna vez ha experimentado el estado de flujo? Seguramente que sí, pero tal vez no supo ponerle nombre, porque es algo difícil de describir. Según cuenta Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional”, en el que le dedica un capítulo a este tema, Diane Roffe-Steinrotter, que obtuvo una medalla de oro en esquí en los Juegos Olímpicos de invierno de 1994, dijo, al concluir su participación en una carrera de esquí, que no recordaba nada, salvo estar inmersa en la relajación, “sintiéndose como una cascada”. El afirma que “es una experiencia que casi todo el mundo  tiene de vez en cuando, sobretodo cuando alcanza el desempeño óptimo o llega más allá de sus límites iniciales…¡como la tanza que se estira sola!
¿Y cómo reconocer que estamos en ese estado? Según Goleman… “el sello del flujo es una sensación de deleite espontáneo, incluso de embeleso, cuya máxima expresión podría ser el acto amoroso, en la que dos seres, cuya consciencia se funde con sus actos, se convierten en  uno solo, fluidamente armonioso”.

Lic. Clara Braghiroli
Coach Profesional