EL DICTAMEN – PUBLICAR DOMINGO 13 / 01 / 08
LA METAFORA GENERATIVA
En el intento de aprehender las características de funcionamiento del ser humano a través de sus conductas visibles, único acceso que tenemos desde nuestros sentidos, se han inventado variadísimas formas de clasificación, desde los signos zodiacales, basados en la conjunción de los astros en el momento del nacimiento, hasta sofisticados test de personalidad, para dar cuenta de ciertas condiciones innatas que definirían nuestras formas de interpretar el mundo, las que a su vez determinarían nuestras preferencias y posibilidades a la hora de tomar decisiones para actuar en él a fin de transformarlo. Una de ellas es la que divide a los seres humanos en dos categorías: los pesimistas y los optimistas, que, traducida al lenguaje cotidiano, se refiere a los que, puestos frente a un vaso con agua hasta la mitad de su altura, ven el medio vaso vacío o el medio vaso lleno. Lo cual definiría dos cursos de acción muy diferentes a la hora de afrontar lo que etiquetamos como “un problema”, pues mientras los pesimistas se centrarán en “lo que falta para resolverlo”, los optimistas se enfocarán en “lo que hay que generar para que deje de serlo”. Mientras los primeros acudirán a su conocimiento y racionalidad para “corregir el defecto”, los segundos acudirán a su imaginación y creatividad para “superar la situación”. Como consecuencia, en el primer caso obtendremos, aunque mejorado, más de lo mismo, mientras que en el segundo surgirán, necesariamente, alternativas nuevas.
Un tema más que interesante a la hora de promover cambios en la comunidad, en el ámbito del trabajo o en el seno de la familia, donde los problemas causan estragos en las relaciones intra e interpersonales, porque como proponen Cooperrider y Barret, que han aportado propuestas innovadoras para lograr cambios en las organizaciones, “no es la directa focalización de problemas y la problematización la que pone las cosas en movimiento, sino la visión de un futuro deseado diferente”. A esto le llaman “la metáfora generativa”, una construcción de la mente que surge a partir de ”acentuar lo positivo, las posibilidades, las fortalezas en lugar de las deficiencias y debilidades de la organización”. Una forma de “arranque ofensivo para el trabajo con sistemas que están atrapados en el conflicto, la defensividad y las angustias frente a la transformación”, que nos sacaría de la típica búsqueda de relaciones de causa-efecto (como lo haría un detective para encontrar el culpable) al diseño de nuevas formas de funcionamiento, durante cuyo proceso las zonas de resistencia nos sólo son evitadas de una manera positiva al acentuar lo valioso y deseable, sino que además pueden ser objeto de repentina transformación.
Y como el lenguaje es el que crea las realidades, tanto las deseadas como las que no, el trabajo de transformación necesario para la superación del problema que aflige a la organización en determinado momento, según nuestros autores, estaría centrado en una técnica que han llamado “indagación apreciativa”, también conocida con el nombre de «cuestionamiento valorativo», que consiste en formular preguntas orientadas a descubrir (o rescatar) el potencial de los integrantes de la organización, para que puedan poner en marcha las fuentes de energía, las fuerzas vitales que mueven al grupo, considerando que las organizaciones crecen en la dirección de su foco de atención. Fuerzas que se ven bloqueadas, más que promovidas, cuando el foco se pone en el problema y no en la visión superadora.
¿Tiene Usted problemas en su organización social, laboral o familiar? No pierda tiempo en averiguar las causas. Promueva el diálogo interno, haciendo preguntas valorativas para descubrir lo mejor de lo existente y la forma en la cual funcionan las cosas cuando están a su nivel óptimo. Enfoque estos momentos para descubrir los factores y las fuerzas que permitieron llegar a este nivel de compromiso o rendimiento… ¡para reeditarlo!
Recuerde que el preguntar valorativo tiende a crear una atmósfera positiva de aprendizaje, generando empatía, esperanza, emoción y vinculación social en torno a los valores deseados. Es un instrumento valioso para pasar de una actitud correctiva a una actitud creativa ante la vida, para encarnar el lema fundamental del coaching…”me transformo para transformar el mundo”.
Clara Braghiroli
Coach Profesional
BUENOS AIRES – Argentina