EL DICTAMEN – PUBLICAR DOMINGO 2 / 03 / 08
                                                                                     
LA PALABRA MÁS PODEROSA DEL MUNDO

 

      Si alguien le preguntara cuál es, entre todas las palabras con las que a diario vamos tejiendo nuestra historia, que en definitiva es el resultado de nuestras de conversaciones (las que hacemos y las que callamos), la palabra más poderosa, ¿qué contestaría? Posiblemente cada uno de nosotros, según la propia visión del mundo, elegiría la que le ha resultado más significativa, de acuerdo a sus valores, expectativas o experiencias vitales, dando cuenta, en lo profundo, de aquello que aspiramos obtener… ¡y el listado sería largo y diverso!
De ello da cuenta Aviv Shahar, un reconocido coach, que se dedica a mejorar la efectividad de ejecutivos y a formar líderes, quién entre las tantas ha recogido las siguientes: salud, amor, sabiduría, propósito, paz, éxito, significado, inspiración, confianza, respeto, intimidad, confiabilidad, felicidad, liderazgo, fe, humor, Dios. Palabras que, como dice Shahar, “para cada uno de nosotros encierran un misterio que experimentamos pero nunca podremos resolver”.
También hay palabras con un enorme poder, tales como nuestro nombre, que nos hace volver la cabeza instantáneamente, de manera irresistible, en medio de la muchedumbre, de nuestras ocupaciones o del más profundo estado de abstracción. O la palabra “fuego”, que si se la grita en un lugar atestado de gente, hasta puede producir una peligrosa estampida. Sin embargo, hay una palabra, por demás breve, que supera ampliamente el poder de todas las que podamos imaginar y que, si bien representa también nuestra particular forma de experimentar el mundo, reaccionando frente a los estímulos ambientales, ya sea que la pronunciemos o no, tiene el enorme poder de cambiarlo, para nosotros y para los demás. Esa palabra es SI.
¿Sorprendente, verdad? Porque la pronunciamos con mayor o menos conciencia, mayor o menor convicción, mayor o menor sinceridad, muchas veces por día, sin darnos cuenta del enorme poder vinculante que implica su significado, ya que con ella estamos expresando nuestra aceptación de la propuesta del otro, dando permiso y poder al que la escucha como respuesta a su demanda, comprometiendo nuestra integridad cuando con ella sellamos un compromiso, definiendo nuestro futuro y afectando el de los demás, cuando, por ejemplo, la pronunciamos ante el altar sellando el matrimonio, o…¡defendiendo la vida, cuando las mujeres aceptamos, a veces unilateralmente, llevar adelante un embarazo no deseado!
Es enorme el poder del sí, porque si miramos el lenguaje desde su costado activo, o sea, desde el poder que tiene para generar acción, el sí (con acento) es mucho más que afirmación o aceptación; es la palabra mágica que abre nuevos espacios de acción, ya que después de pronunciarla ocurrirán indefectiblemente hechos que antes eran imposibles y hasta inimaginables.
Y si es tan poderosa la monosilábica palabra, ¿por qué hay tanta gente que teme pronunciarla? La respuesta, según nuestro autor, tiene que ver con las falsas creencias, que nos hacen temer las consecuencias, tales como: volvernos vulnerables, débiles, sin poder, rendirnos ante los demás, someternos, perder el respeto ajeno, comprometer nuestra integridad, perder identidad, ser dependiente, dejar de ser uno mismo.
Curiosa visión de quién la sustenta, porque significa que ignora todo el poder que nos confiere un sí bien pronunciado, cuando podemos estar comunicando: Sí, estoy de acuerdo; estás en lo correcto; es una gran idea; podemos hacerlo; tú puedes hacerlo; te entiendo, y concuerdo contigo plenamente; estamos ganando…¡Sí, te amo!
¿Todavía no está convencido del poder del sí? Piense que lejos de hacernos perder poder personal, decir que sí, cuando queremos decir que sí, sin temor a las consecuencias –  y me aprovecho una vez más de lo que ha escrito Shahar  – “estamos transfiriendo nuestro poder y presencia a  otra persona (amigo, pareja, hijo, empleado, equipo, etc). Estamos abriendo la puerta a la colaboración, a la creación conjunta. Damos permiso y nos habilita para seguir avanzando junto a otro. Nos hace más grandes juntos que la mera suma de las partes, porque el sí no suma, multiplica. En definitiva, aprender a comprometernos en las bases del sí multiplica nuestro conocimiento y experiencia, inteligencia y capacidades”.
Muy convincente, pero obviamente no siempre se puede, porque… ¿cómo decir que sí cuando desde adentro nos surge un contundente no? Simple, aunque no fácil, la propuesta de Shahar es buscar el sí dentro del no: “Cuando alguien hace o dice algo con lo que usted discrepa fuertemente, identifique  dos buenos elementos en esa idea o acción a las que puede decir que sí. Usted puede estar en desacuerdo con el concepto, pero de acuerdo con la intención o la calidad del compromiso. Y ensáyelo, por ejemplo, con su hijo que, pretendiendo ordenar su cuarto, luego que usted se lo pidió, lo dejó, a su juicio, más desordenado que antes… ¡y luego me cuenta!

Clara Braghiroli

Coach Profesional
BUENOS AIRES – Argentina